Gonzalo Bernardos (economista): “Los aranceles de Trump son un suicidio económico para EEUU”

El profesor considera que España será uno de los países menos perjudicados por estos impuestos y que el presidente americano está condenando a su país a una recesión sin precedentes

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Gonzalo Bernardos, economista

Gonzalo Bernardos, economista.

Gonzalo Bernardos, profesor de Economía en la Universidad de Barcelona, destaca en esta entrevista cómo, a pesar de las tensiones internacionales, España se ha beneficiado de una serie de factores estructurales que han impulsado el crecimiento, tales como el auge del turismo, la llegada de inmigrantes y los fondos europeos destinados a la recuperación post-pandemia. Además, analiza las políticas económicas de Estados Unidos, como los  aranceles impuestos por Trump, y cómo estas afectan a la economía global, con un enfoque particular en los sectores clave de España.

A lo largo de la entrevista, Bernardos también aborda temas como la sostenibilidad del sistema de pensiones en España y las reformas laborales propuestas por el gobierno, con un énfasis en los retos a largo plazo que enfrentan tanto el empleo a tiempo parcial como las pensiones.

¿Cómo evalúas la situación actual de la economía española?

La situación de la economía española es sorprendentemente buena, porque por un lado tenemos una situación internacional magnífica, y por otro lado tenemos un gobierno que no lo ha estropeado. ¿De dónde viene esa situación internacional tan favorable? Viene de la post-pandemia. La primera parte de esta favorable situación es un cambio en la estructura de gasto de las familias: consumen mucho menos bienes manufacturados, como automóviles o electrodomésticos, y cada vez más servicios. Como nosotros somos un país de servicios, salimos beneficiados.

Terraza de un bar. 

Terraza de un bar. 

Sobre todo, lo que nos beneficia es que cada vez se gasta más en ocio y turismo. Por lo tanto, nosotros, que somos el país más competitivo del mundo en turismo, recibimos un beneficio directo de esta tendencia. En segundo lugar, la respuesta a la pandemia, que ha sido los fondos Next Generation, ha sido clave. Nos caen 163.000 millones de euros, los cuales están comenzando a llegar a las administraciones públicas y un poco menos a las empresas. Este dinero, este año, dinamizará significativamente el crecimiento económico.

Trabajadores arreglando una acera en Madrid. 

Trabajadores arreglando una acera en Madrid. 

En tercer lugar, la llegada de entre 400.000 y 500.000 inmigrantes cada año. Ellos van a trabajar en sectores donde los españoles no quieren, lo que está permitiendo a muchas empresas aumentar su capacidad de producción y ofrecer más servicios. Finalmente, la introducción en cada vez más empresas de la economía digital está elevando la productividad, especialmente en sectores de servicios especializados como auditoría, consultoría, abogacía, arquitectura, urbanismo, entre otros.

Toda esta configuración ha hecho que tengamos una economía con el mayor número de puestos de trabajo creados en la historia, más de 21 millones, y un crecimiento económico del 3,2% el año pasado, que multiplica por cuatro el crecimiento de la Unión Europea. Además, en la coyuntura futura, derivada de los aranceles impuestos por el presidente americano, somos uno de los países menos perjudicados. En primer lugar, porque los aranceles se aplican sobre productos manufacturados, la mayoría de los cuales no exportamos fuera de la Unión Europea.

El presidente Donald Trump ha anunciado aranceles universales del 10% para todas las importaciones y del 20% para países con grandes déficits comerciales con EE.UU., incluida la Unión Europea. ¿Cómo cree que estas medidas afectarán a la economía global y, en particular, a la española? ​

A Estados Unidos solo exportamos el 4,8% de nuestros productos. En segundo lugar, aunque seremos perjudicados indirectamente porque países como Alemania, Italia, Bélgica e Islandia lo serán más, nosotros vamos a salirnos bastante bien, ya que un sector que hasta ahora no estaba activado, el sector de la construcción, empezará a activarse. Además, la previsible bajada de tipos de interés del Banco Central Europeo, que se espera que llegue al 2% después del verano, será fundamental para este sector.

Por lo tanto, quiero destacar dos puntos: uno, que la economía española de ninguna manera es el patito feo de la Unión Europea, al contrario, es el patito listo; y dos, que incluso en una coyuntura internacional difícil debido a los aranceles de Trump, somos uno de los países que mejor se va a salir. No obstante, hay nubes negras en el horizonte, pero estas pasarán de largo.

¿Qué impacto podrían tener en sectores clave como la automoción o la industria agroalimentaria?

Es un impacto muy limitado. Es solo una parte pequeña, sobre todo el aceite y el vino. Es un tema más emblemático que un tema que realmente cause un aumento significativo del PIB. Son sectores tradicionales, que tienen mucha visibilidad y publicidad, pero los efectos sobre las empresas españolas son mínimos. Es cierto que a algunas pocas empresas les afectará mucho, pero en términos globales, el efecto es muy pequeño.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, calificó estos aranceles como un "duro golpe para la economía mundial". ¿Qué acciones debería tomar la UE para contrarrestar estas políticas proteccionistas? ¿Cree que la UE debería responder con medidas similares?

Es muy sencillo. Lo que ha hecho Trump es un relato absolutamente falso, cimentado en creencias económicas que podrían haber existido en los años 40, 50 o 60 del siglo pasado, y que aplicaron países del tercer mundo con resultados muy negativos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, distinguimos entre dos tipos de países emergentes: los que se especializan en exportar, como Taiwán, Hong Kong, Singapur y Corea, y los que se especializan en reducir las importaciones mediante aranceles, como América Latina, India y Pakistán. La diferencia de crecimiento entre estos dos grupos fue espectacular a favor de los primeros. Y por eso, el comercio se fue liberalizando cada vez más, no solo entre países desarrollados, sino también entre países desarrollados y emergentes.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

Trump sostiene que les hacen trampas, y por eso tienen un déficit comercial gigante. Su respuesta es poner impuestos, es decir, aranceles. Con estos impuestos, importarán menos, y para vender en Estados Unidos, los productores tendrán que hacer sus productos allí. Según Trump, esto devolverá a Estados Unidos a ser el gran país industrial que fue en los años 50 y 60 del siglo pasado. Sin embargo, eso no va a ocurrir. La industria ha avanzado mucho y necesita menos trabajadores. Además, Estados Unidos tiene un déficit comercial principalmente porque gasta más de lo que produce. Este déficit no es algo reciente, es una tendencia de larga data.

Ahora bien, que Estados Unidos imponga aranceles a algunos países del sudeste asiático, especialmente a China, debido a un proteccionismo selectivo, me parecería bien, tal y como debería hacer también la Unión Europea, ya que las reglas del juego no son las mismas y hay países que hacen trampas.

Sin embargo, imponer aranceles a América Latina, a toda Europa o a otros países desarrollados como Japón me parece un intento infructuoso de desplazar industrias de otros lugares hacia Estados Unidos. Este proceso es muy difícil de lograr, y si llegase a ocurrir, los resultados serían mínimos. El principal perjudicado de esta estrategia, sin duda, es Estados Unidos, porque lo que generará será una recesión con un aumento de la inflación, lo que tendrá un coste electoral muy alto para el partido republicano en las elecciones de medio mandato dentro de dos años.

Cuando las encuestas reflejen que esta estrategia tiene un coste tan elevado, veremos cómo Trump recula. La primera señal de eso será que se abrirán negociaciones comerciales. Y cuando la Unión Europea tiene un gran poder de represalia, ¿qué quedará de los aranceles que Trump acaba de imponer? Si esto sucede, me da la impresión de que Trump terminará haciendo lo mismo que con los aranceles previos al aluminio y al acero, que primero impuso y luego quitó. Lo que está haciendo con las barreras comerciales que quiere implantar es un suicidio económico para Estados Unidos. Y en medio de todo esto, si se decide retirar los aranceles, lo que pasará es que Estados Unidos quedará en una posición difícil, con consecuencias económicas negativas para el país.

¿Podría este proteccionismo estadounidense incentivar nuevas alianzas comerciales entre otros bloques económicos?

Desde luego que sí. Desde que Trump llegó al poder, Estados Unidos se ha convertido en el país más antipático del mundo, solo superado por Rusia. Esto ha hecho que los consumidores compren menos productos de Estados Unidos y que muchas empresas pierdan capacidad de producción y exportación. Esto genera un círculo vicioso: menos beneficios, menos inversión y menos empleo en Estados Unidos. Este problema no se soluciona con negociaciones para reducir los aranceles, porque en la mente de los consumidores, muchos perciben a Estados Unidos como un agresor de su bienestar. Si no hay un cambio radical en la propuesta de Estados Unidos, los productos norteamericanos estarán muy afectados en los próximos años. Un claro ejemplo es el caso de Tesla.

En febrero en España, las compras de Tesla cayeron un 48,7%, y esto está ocurriendo también en China y en los países nórdicos. ¿Por qué? Porque la figura de Elon Musk es tremendamente antipática, y este rechazo se traslada a su empresa, lo que ha provocado que Tesla haya perdido más de la mitad de su valor bursátil. Por lo tanto, estamos ante una situación en la que casi todos son perdedores.

Elon Musk, CEO de Tesla y asesor principal del presidente de los Estados Unidos.

Elon Musk, CEO de Tesla y asesor principal del presidente de los Estados Unidos.
 

Cuando liberalizamos la economía y eliminamos las barreras comerciales, todos ganan. Pero si cada país pone aranceles para empobrecer al otro y enriquecerse a sí mismo, como pretende Trump, todos pierden.

Se habla mucho sobre el regreso de algunas empresas a Cataluña después de esos años de inestabilidad política. ¿Es esto una tendencia real y sostenible?

El año pasado en Cataluña hubo más empresas que se marcharon de las que vinieron. Si no recuerdo mal, el saldo negativo fue de más de 200 empresas. Por lo tanto, Cataluña sigue siendo atractiva, pero no necesariamente por la razón que algunos piensan. La crisis de independencia de 2017 dejó cicatrices tanto en el resto de España como en una parte de Cataluña, que siguen siendo muy evidentes.

Además, si comparas la facilidad para hacer negocios en Madrid o Málaga con respecto a Barcelona, la diferencia sigue siendo significativa.

¿Qué condiciones deben darse para que más compañías se establezcan en Cataluña y decidan regresar?

Lo primero, seguridad jurídica. Ylo segundo, un entorno favorable para los negocios. Es decir, que cuando necesites la Administración, cualquier trámite se resuelva de manera rápida, no lenta. Por ejemplo, hay muchas personas que prefieren invertir en la franja de Aragón, esa zona que habla catalán, o en la que está cerca de Lérida pero pertenece a Huesca, porque los ayuntamientos de esas zonas ofrecen más facilidades. Además, los problemas medioambientales que imponen allí son mucho menores que los que se encuentran en Cataluña, sobre todo en lo que respecta a explotaciones agrícolas y ganaderas.

Nos guste o no, si queremos que Cataluña progrese, debemos atraer inversiones. Tenemos que hacernos más atractivos para las empresas, favoreciendo que puedan hacer negocios aquí. Esto beneficiará a todos.

Miles de personas participaron en la celebración de los actos conmemorativos del aniversario del referéndum del 1 de octubre en Cataluña

Miles de personas participaron en la celebración de los actos conmemorativos del aniversario del referéndum del 1 de octubre en Cataluña.
 

Sin embargo, hasta hace poco tuvimos un gobierno de izquierda republicana que, en lugar de favorecer las inversiones, las dificultaba. También tuvimos a Ada Colau en la alcaldía, quien se oponía a muchos proyectos clave, como la ampliación del aeropuerto, la ampliación del puerto, el Museo Hermitage, o el parque temático de PortAventura en Tarragona.

Estas cosas en ciudades como Málaga o Madrid, que no tienen mar, ni siquiera estarían en discusión; ya estarían en marcha. Pero aquí, en Cataluña, cada proyecto con raíz económica y que podría significar progreso se encuentra con mucha oposición. Como resultado, en los últimos 20 años, Cataluña no ha ido ni mal ni bien, pero ha ido mucho peor que Madrid.

¿Madrid tiene una ventaja que le permite sobresalir?

Madrid es la capital de España, lo que ya de por sí le da un importante beneficio. Esto atrae a muchas multinacionales, pero la clave, el principal factor de éxito, radica en la economía de la comunidad autónoma y el Ayuntamiento de Madrid. Esto es lo más importante.

Ahora, miremos a Málaga, una ciudad que no lo tenía nada fácil. En los últimos 20 años, ha pasado de ser una ciudad de segunda división a estar en la Champions League. ¿Qué ventaja tiene Málaga? Un alcalde con una visión de futuro impresionante, Paco de la Torre. Una sociedad civil que apoya fuertemente el crecimiento de la ciudad. La idea fundamental allí es generar buenos puestos de trabajo y mucha actividad económica para que las personas puedan mejorar su calidad de vida.

En cambio, si miramos a Barcelona, nos encontramos con una realidad diferente. ¿Dónde están las empresas catalanas de toda la vida? Se han vendido. ¿En qué se han transformado los sucesores? En emprendedores, en muchos casos extranjeros que vienen a vivir a Cataluña. Esto, sin duda, pasa factura. Y es que no es lo mismo tener en el centro de la agenda política temas como la independencia, el idioma, o luchas políticas, que tener en el centro la economía.